martes, 4 de agosto de 2015

CRUDA REALIDAD

Ovillado debajo de la mesa de la cocina escucha con temor la pelea agresiva de sus padres. Por momentos se cubre los oídos con sus manitos sucias de chocolate, su miedo es atroz. Quisiera huir, desaparecer de esa escena de horror. Imposible, es muy pequeño e indefenso.
Un vaso se estrella contra la pared. Otro más...y otro. Los trozos de vidrio llegan hasta su escondite.
Lo único que vislumbra son las piernas de sus padres. Su madre con la bebé en brazos, contra la pared. Su padre, frente a ella.
Un golpe seco sobre la mesa lo sobresalta. Bailan las botellas de vino, dos vacías; una por la mitad. Su corazón bombea con celeridad. ¿Dónde escapar, ¿dónde?.
Su padre pronuncia en forma extraña improperios contra su madre. Está alcoholizado, ebrio; y cuando esto sucede se violenta, el niño lo sabe muy bien.
Su madre no permanece callada, insulto por insulto. El hombre se exaspera aún más.
El chasquido de una bofetada lo pone en alerta. Su hermanita se asusta y llora. El pequeño se estremece.
¿Cuántas veces tendrá que soportar este drama? Cientos...
La mujer maldice al marido y abandona la casa con su hijita.
El pequeño queda olvidado bajo la mesa. "¿Por qué no me llevas contigo? Siempre me haces a un lado. ¿Es que no me quieres? Y ahora solo con un borracho. Tengo miedo, mucho miedo".
Su padre grita su nombre. Lo busca. El niño tiembla. De repente, el rostro temido lo descubre. De un tirón lo saca de su escondite. El niño se resiste, pero es inútil.
Espera resignado la paliza, sin embargo se asombra al recibir un abrazo cálido y estrecho.
Su cabello se moja, no es agua, son lágrimas.¡Lágrimas de su padre!. Sobrecogido lo escucha decir bajito:
"Perdón, hijito, perdón".

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