viernes, 21 de agosto de 2015

MELODÍA INTERRUMPIDA

Berlín, finales de julio de 1939

En un rincón de un cuarto en penumbras, una muchacha llora su pena. Su padre le ha clavado un puñal en el corazón. Le prohibe amar al hombre de su vida. Su alma desangra.
_ ¡Estás loca!, ¡nunca!, ¿me has escuchado bien?, ¡nunca daré mi consentimiento para que te cases con un alemán que no respeta la Torá y que además está embobado con la palabrería de ese tal Hitler.
_ Pero papá..._ suplicó.
_ Aquí se terminó la discusión, ve a tu habitación y reflexiona. Una única vez permitiré que lo veas y será para cortar esta fútil relación. La última cita, ¡la última!, ¿has entendido?.
La angustia y la rabia la ahogaron. No respondió. Corrió escaleras arriba, se encerró en su dormitorio y comenzó a planear la fuga con su enamorado.
Al día siguiente un joven; alto, de buen porte; se paseaba nervioso en el atrio de la iglesia Santa María, en la plaza Alexander.
No era un día caluroso, pero gotas de sudor perlaban su frente. Al encender su cuarto cigarrillo la vio aparecer entre el gentío que paseaba por la plaza, disfrutando de una tarde primaveral.
La mirada azul intenso de ella, semejante a un mar borrascoso, lo paralizó. Algo iba mal.
Ella, al divisarlo, corrió a su encuentro. Se refugió en sus brazos sin poder evitar el llanto.
_ ¿Qué sucede?_ le preguntó abrumado por el dolor de ella.
_ Mi padre está en contra de nuestra relación. Me ordenó terminar contigo...¡oh Karl!, ¿qué haremos?
De la mano, caminaron un trecho en silencio, aunque una revolución de pensamientos bullía en la cabeza del joven. El corazón de ambos, un volcán en erupción.
_ Mi padre es un déspota, ¡lo odio!...Estoy dispuesta a huir contigo.
_ Huir no es prudente Alena. ¿Dónde iríamos?
_ No sé...a Francia, a Suiza...a cualquier parte, siempre y cuando estemos juntos.
_ No puedo.
_ ¡Cómo que no puedes?_ explotó desconcertada.
_ Abandonar el país en estos momentos significa abandonar el ejército y si hago tal cosa sería un desertor y a los desertores los fusilan. No quiero que nos convirtamos en fugitivos, ¡no quiero ponerte en peligro!
_¡No me importa el peligro!
_ No lo haré Alena, comprende.
_ Comprendo que eres un cobarde que no me ama. Estoy dispuesta a correr cualquier riesgo por ti, pero veo que tú no.
_ No entiendes.
_ ¡Adiós Karl! Quédate con tu adorado ejército. Sé fiel a tu país y a tu líder, ese Hitler. Entiendo que la mujer que te ama es un estorbo.
_ Alena, no te comportes como una chiquilla, recibí órdenes. Mañana parto a la frontera de Alemania con Polonia. Algo importante se está gestando, no puedo decirte más. Quizá este distanciamiento sea la solución para que las aguas se aquieten. Cuando regrese hablaré con tu padre, le haré comprender cuánto te amo y que por eso, estoy dispuesto a respetar sus tradiciones. Nadie me separará de ti, ¿me crees?
La beso lentamente, con apetencia. Ella era tan dulce, tan etérea

_Sígueme_ le rogó Karl.
Con paso rápido se dirigieron a la parte trasera de la iglesia. Soledad absoluta.
Karl la estrechó entre sus brazos. Con pericia le desató el moño que sostenía la abundante cabellera rojiza, mientras le susurraba palabras tiernas y besaba su cuello con suavidad.
Alena respiraba agitada, se sentía arcilla maleable en las manos de Karl. Con desesperación se abrazó a la cintura de él, presionándolo con fuerza, mientras lo besaba como si estuviera bebiendo el agua de la vida. Pasó una de sus piernas alrededor de un muslo de él. La respiración de Karl se volvió ahogada. Ella como una enredadera, se enroscaba con delirio en el cuerpo del joven.
_ Nuestra historia de amor no concluye hoy aquí_ le dijo con la voz entrecortada por la excitación_ Es como una melodía que se interrumpe, pero sólo por un tiempo breve. Y así como la melodía es la esencia de la música, tú, Alena, eres mi esencia. Te juro por mi vida que nuestra melodía pronto volverá a sonar.
Sin embargo el destino se empecinó en mantenerlos separados.
El 1 de septiembre estalla la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Alemania a Polonia.
Inglaterra y Francia, inmediatamente le declarara la guerra al Tercer Reich.
Se desata el infierno...
Karl, luchando en el frente alemán contra las fuerzas polacas...¿moriría?
Alena, en el campo de exterminio de Jasenovac...¡morirá!
Pero su amor, indestructible como un cordel de adamantio, los seguirá uniendo hasta la eternidad para consumar la "melodía que una vez se interrumpió".


                                     "Eres eterno, Amor.
                                      No, no aparta a dos almas amadoras
                                      adverso caso ni cruel porfía:
                                      nunca mengua el amor ni se desvía,
                                      y es uno y sin mudanza a toda hora.
                                      Eres eterno, Amor"
                                                                    William Shakespeare

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