martes, 19 de enero de 2016

CONDENA AL INOCENTE

Llora la niña en un cuarto oscuro, la angustia a flor de piel.
Lágrimas filosas hieren sus mejillas de pétalo. ¡Cuánto dolor prisionero en un cuerpo que apenas florece a la vida!
"No quiero morir, madrecita, por favor, no me mates".
El amargo gemido, el persistente pedido, no logra colarse entre las rugosas paredes del habitáculo.
El triste clamor no llega ni al oído ni al alma de la mujer decidida al cruel sacrificio.
"¡Quiero amar, sufrir... experimentar los diversos matices que ofrece la vida! Soportaré insultos, desprecios, burlas, pero no te deshagas de mí, madrecita!".
La pequeña desea huir, pero el encierro se lo impide. Grita clemencia, nadie la auxilia, nadie intercede por ella. Está condenada. Una condena sacrílega sostenida por el miedo, la desolación y el abandono.
La espada arremete sobre ella. La traspasa, la succiona.
La niña ya no llora, ya no clama piedad.
La niña ya abandonó el cuarto oscuro. Vuela hacia la luz.
La mujer,  sola y cabizbaja, se marcha del hospital ; sus entrañas, vacías ;  su espíritu, devastado.
El aborto finalizó con su tormento. Sin embargo, herida el alma, abraza su vientre y susurra entre lágrimas :
"¡Perdón!".


2 comentarios:

  1. Ufff un relato desgarrador donde da prioridad la madre al aborto. Un abrazo

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  2. Qué tremendo relato, Haydee Papp. Desgarrador y estremecedor. Siento lástima por ambos seres. Uno condenado al limbo y el otro a la culpa de por vida...

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