viernes, 19 de febrero de 2016

RESCATADA

La niña salió feliz de su casa. Era la primera vez que su madre le permitía realizar un recado sola. Aquella tarde, debía caminar unas pocas cuadras hasta la tienda.
"Compra dos bolsitas de lentejuelas para el disfraz de tu hermano. Ve de prisa. Ten cuidado al cruzar y no hables con extraños".
Muchas recomendaciones para una niña de diez años que soñaba volar.
Llegó a la esquina, pero antes que pudiera doblar, sorpresivamente, un hombre la tomó del brazo y con violencia la empujó dentro de su auto.
Ella alcanzó a gritar. El la silenció con un lenguaje soez que la impactó.
Un frío tenebroso le recorrió el cuerpo,  la paralizó. Un velo de lágrimas empañó su mirada.
"Mamá, tengo miedo, ¡ayúdame!", pensó desesperada.
El hombre, de apariencia ordinaria, intentó poner en marcha el auto. Fracasó. Un segundo intento. Fracasó.
Malhumorado salió del vehículo advirtiendo a la niña que permaneciera quieta y en silencio.
Mientras el perturbado revisaba el motor del auto tratando de hallar el desperfecto, un joven se acercó a la escena.
La vio llorar quedamente. Sospechó lo peor. A través de la ventanilla le hizo señas para que abriera la puerta que estaba trabada. Ella, conmocionada, obedeció. Escuchó que le decía:
"Corre niña a tu casa. Yo me encargo del truhán".
El hombre malvado no le dio tiempo a una merecida golpiza. Asustado por ser descubiertas sus oscuras intenciones, escapó en su auto, cuyo motor,esa vez, se encendió sin problema.
La niña llegó hecha un mar de lágrimas a su casa. Respiraba con dificultad; su palidez impresionaba.
La madre, al verla en aquel estado, se alarmó. La estrechó en sus brazos, llenándola de besos.
Segura, bajo el cobijo de su madre, le narró lo sucedido. "¡Maldito degenerado!", repetía la mujer.
"¿Quién era ese joven? ¿Lo conoces?".
"No mamá, jamás lo había visto", tartamudeó la pequeña.
Los días siguientes, indagaron en el vecindario por dicho joven. Nadie lo conocía.
Nunca más se lo vio por el barrio.
Una noche la madre despertó sobresaltada, durante el sueño una voz le confirmó lo que ella siempre supuso: "A tu hija la salvó un Ángel".
Este relato se basa en un hecho real, le ocurrió a una de mis hijas.
Esta es una de las tantas razones que tengo para creer en la magia del misterio, en el misterio de la eternidad, en la eternidad como otra dimensión.

martes, 16 de febrero de 2016

YO, LA MARGINAL

"Sola voy con mi pena, sola va mi condena..."
Mi nombre no tiene importancia, ni yo lo recuerdo.
¿De dónde vengo? Prefiero olvidar.
¿Dónde vivo? En la calle. Hace veinte años que la calle es mi hogar, mi maldito y entrañable hogar.
Soy la escoria de la sociedad, así me hacen sentir las personas que pasan a mi lado y voltean su rostro. Mi ropa sucia, mi cabello enredado, mis zapatos agujereados y mis bolsas de indigente los asquean, los perturban. Aunque prefiero esa reacción a la compasión, sentimiento que me hunde aún más en la desolación porque me hace consciente de mi propia ruina.
En todos estos años nunca tuve un momento de felicidad. Siempre revolviendo en la basura, buscando algo para comer, alguna colilla de cigarrillo...algo que te ayude a pasar el día, a soportar la noche.
El vino es mi fiel compañero. Limosna que obtengo...botella de vino que compro.
Me convertí en alcohólica sin darme cuenta. Necesito el vino para soportar mi vida en la calle, para soportar los recuerdos que me torturan.
Todo lo que me rodea es hostil, la ciudad, el clima, la gente, todo. Soy un engorro que incomoda. Odio tener que pedir limosna, pero no me queda otra alternativa. Es un momento de tremenda humillación, ni en mis peores pesadillas pensé verme en esa situación. Te miran de arriba abajo con desprecio, los incomodas; te temen, ya que por mi aspecto soy digna de sospecha.
No todos me demonizan, algunos me ayudan pero me advierten : "No te lo gastes en vino". Ellos no saben que el vino es lo único que me da las fuerzas para soportar el frío de las noches, para enfrentar la soledad que hiela mi absurda existencia.
A veces comparto la noche con algún compañero tan destruido como yo. A veces hacemos el amor, otras simplemente, compartimos un cigarrito y una botella de vino tinto. A los sin techo nos une una misma tragedia con diferentes nombres. Somos almas gemelas dentro de la desesperación.
Vivir en la calle es como estar en un mundo paralelo, los marginales como yo y después el resto de las personas, el mundo normal. Para ellos van pasando los años, continúan con su trabajo, la familia... yo sigo parada en el mismo lugar, en el mismo agujero fétido.
Estoy enferma, la humedad del suelo en el que me tiro para dormir y la mala alimentación me están aniquilando. La muerte sería una solución para escapar de este cruel destino.
Muchas veces me pregunto que hice de malo para recibir semejante castigo. Nunca encuentro la respuesta, o quizás, me niego a descubrirla por temor a una verdad lacerante.
Este es mi vía crucis y a él me entrego dócilmente...estoy vencida, ya no existe un milagro para mí....


"El infortunio, el aislamiento, el abandono y la pobreza, son campos de batalla que tienen sus propios héroes".  Víctor Hugo.

Inspirado en un reportaje a un hombre que vivió durante quince años en la calle.

viernes, 12 de febrero de 2016

NUEVO DESPERTAR

Una figura encorvada por el dolor y la tristeza camina a paso lento por las solitarias calles de la gran ciudad. Llueve y es de noche. El frío empeora la escena. El hombre tiritando, llega a su hogar. ¡Hogar!¡Mentira!.
Hogar es sinónimo de familia, niños gritando, una mujer cocinando, un perro ladrando...y allí sólo existe el vacío, la soledad, el silencio que aplasta y mata.
El hombre regresa de su trabajo, un oficio que brinda alegría, fascinación, misterio. Es mago, pero la magia está ausente en su vida. Sus pensamientos oscuros buscan una solución a la melancolía que lo oprime, que lo asfixia. Sus pensamientos oscuros anhelan la muerte.
Todas las mañanas al despertar, clama desesperado: "Que sea mi último día".
No siempre fue así. La oscuridad se produjo el día del fatal accidente. Un auto atropelló a su mujer y a su pequeña. Un conductor alcohólico, inescrupuloso, en un segundo le robó el hálito de vida, la esperanza...el futuro.
Ahora, nada le interesa, ni el éxito ni los aplausos a sus increíbles trucos. Sólo desea dormir, desconectarse de la realidad.
Una noche, cuando por fin concilió el sueño, alguien lo zamarrea dulcemente. Abre los ojos y se sorprende ante la presencia de un ser de luz, un hada, quizás. Supone que es un sueño hasta que escucha una voz melodiosa que lo sobresalta:
_ Sé de tu hondo pesar. También sé que eres un hombre honorable, que la venganza no habita en tu alma.
_ No tengo alma, la perdí en aquel día siniestro. Y sí, ¡odio!, odio mi destino _ gritó.
_ El dolor dicta tus palabras, pero hoy estoy aquí para concederte un deseo _ siguió diciendo el Hada de los Sueños desestimando las expresiones resentidas del mago.
_ ¿Un deseo? La muerte.
_ No seas pesimista. Ese destino al que odias, pretende obsequiarte una segunda oportunidad para ser feliz. ¿Qué respondes?_ insistió.
_ Entonces, desearía desaparecer de esta realidad y despertar en un mundo en donde no exista la muerte, en donde la magia y la fantasía sean las reinas, en donde se respete la hora del té. Un mundo en donde se celebre el "no cumpleaños", para que el tiempo no pase destruyendo y aniquilando. Mi hija tenía un conejo, así que en ese lugar que me ofreces debe haber un conejo blanco. Con él compartiré las meriendas y los "no cumpleaños". ¡Ah! y un extenso jardín en donde abunden margaritas, tulipanes, violetas, pensamientos y rosas...sí, muchas rosas, la flor predilecta de mi mujer. Quiero que ese delicioso jardín me la recuerde a cada instante, porque en ese mundo su recuerdo no me perturbará, me vivificará. Y si alguna vez aparece una pequeña de cabellos dorados, ojos azules, curiosa y algo desobediente que evoque a mi hijita, mi dicha será completa.
_ Conozco el lugar y allí te envió. "Por el poder de las tres palabras mágicas que todo lo pueden: escuchar, sentir y confiar, esta humilde servidora de la luz suplica en favor de este hombre,
Traedle la paz
Traedle la tranquilidad
Borrad sus pesadillas
y dejadlo soñar."
Cuando el mago despierta a la mañana siguiente grande es su asombro.
_ ¿Dónde me encuentro? _ pregunta en voz alta.
Un conejo blanco que pasa a su lado muy apurado le contesta:
_ En el Mundo de las Maravillas, ¿acaso no lo recuerdas Sombrerero? Por tu cara, veo que no te sientes bien. Perdona no puedo seguir conversando, voy retrasado. _ y echándole un nuevo vistazo a su reloj se pierde entre las margaritas_ Y apúrate, hoy celebramos tu "no cumpleaños" _ le grita desapareciendo.
_ ¿Me ha llamado Sombrerero? _ palpa su cabeza y allí está, un enorme sombrero de copa _ "Sombrerero", buen nombre para comenzar una nueva vida...



martes, 9 de febrero de 2016

DÉJA VÚ, SUEÑOS OLVIDADOS

¿DÓNDE ESTÁS AMOR DE MI VIDA QUE NO TE PUEDO ENCONTRAR?

Caminaba distraída por las calles poco concurridas de una tarde gris. El otoño la deprimía, la melancolía se apoderaba de su alma con tesón, ahogándola en un mar de desesperanza. Nunca entendió la razón de esta sensación de desamparo que se encendía en su espíritu precisamente en esa estación del año. Hasta la caída de las hojas, dejando los árboles desnudos, le provocaba lágrimas. "¡Que tonta!", se repetía desconcertada ante su reacción.
Tan compenetrada estaba en sus pensamientos que no advirtió que cruzaba con el semáforo en rojo. Una frenada estridente la conmocionó. Con rapidez volteó la mirada topándose con el rostro preocupado de un hombre.
"¿Estás bien?", la voz grave y rasposa le produjo un misterioso escalofrío.
Cruzaron las miradas; acerada la de él, sorprendida la de ella. "Debes tener más cuidado, ese auto te podría haber matado", protestó aireado. Ella permaneció en silencio observándolo. "Esa voz...esos ojos grises", un recuerdo escurridizo la atormentó.
Al verla indecisa, el joven se inquietó. "¿Te sientes bien?".
Con una tímida sonrisa ella desestimó su preocupación. Él, aliviado, aceleró el paso perdiéndose entre el gentío. Ella lo vio alejarse sintiendo la terrible necesidad de correr tras él. "¿Qué me pasa?", se extrañó.
Esa noche tuvo un sueño extraño, su memoria le esclareció lo que esa mañana le advirtió su sexto sentido... una experiencia inquietante, una remembranza solapada.
Se vio presenciando un juicio. No era su época. La escena se desarrollaba en un recinto parecido a un cuadro del siglo XVlll. Ella estaba sentada en el primer banco. Lloraba. El hombre que amaba, de pie frente al tribunal eclesiástico. Su aspecto la martirizaba: sucio, la ropa hecha jirones, un ojo morado. Su alma ahogó un grito de desolación. "¡Amor!, ¿ que te han hecho estos miserables?".
Un clérigo obeso de maneras adustas lo interrogaba inflexiblemente:
_ Doctor Morris, varios de sus vecinos afirman que mantiene tratos con el diablo.
_ Una vil mentira _ exclamó indignado.
_ ¿Cómo explica entonces las curaciones milagrosas de pacientes?¿Por qué muchos de los niños que usted asiste no padecieron la peste?_ preguntó intrigante.
_ ¡Ya se lo he dicho, cerdo ignorante! _ explotó.
Uno de los soldados, armado con un garrote, lo tiró al piso de un fuerte golpe en la espalda.
Ella quiso auxiliarlo, sostener la cabeza herida en su regazo, besar sus moretones. Alguien se lo impidió, no supo quien, su rostro era borroso. 
_ No sea impertinente y conteste a mi pregunta. _ insistió con petulancia el sacerdote.
_ Utilicé la vacuna contra la viruela para protegerlos _ respondió poniéndose de pie nuevamente, la fortaleza siempre lo había distinguido.
_ ¡Ajá!, un método nefasto, magia de los adoradores del demonio. Ustedes son testigos de su declaración _ con un movimiento de su brazo abarcó a los asistentes que escuchaban atónitos en la sala.
_ ¿Confiesa entonces, haber empleado métodos diabólicos en esta pobre gente?
_¡Nunca! Sólo hice lo correcto. El arte de curar avanza con el correr de los años y yo no he hecho otra cosa que valerme de esos descubrimientos en favor de la salud.
_ Lo han escuchado de sus labios. Corpus delictis esclarecido.
_ Credo quia absurdum, es absurda su acusación _ contestó empleando el latín, lo que sorprendió al tribunal.
_ Estoy harto de sus insolencias, lo condeno en nombre de la Santa Iglesia Católica a morir en la hoguera esta madrugada por brujería. Están todos invitados a presenciar el espectáculo. La justicia Divina se ha expedido _ condenó triunfal el clérigo.
Su garganta ardía, irritada de frenar el llanto y los lamentos. Ella se abrió paso entre los curiosos y traidores, nadie pudo detenerla esta vez. Pero antes de llegar a él, un soldado armado se interpuso entre ella y su amado.
_ Fuera de aquí si no quieres compartir el fuego purificador _ la amenazó.
Ella se resistió, lo empujó con asco y corrió hacia el condenado. Se abrazaron con vehemencia. Un beso robado grabó en sus labios una promesa de amor eterno.
De repente las imágenes cambian y se ve llorando debajo de un frondoso castaño sobre una tumba. 
Es otoño, una lluvia de hojas doradas cae sobre ella cubriendo el lecho eterno de su amor.
"Te llevo labrado con punta de diamante en las palmas de mis manos, como sello en mi corazón. ¡Jamás te olvidaré! El tiempo nos resarcirá de tanto dolor, de tanta injusticia. Mi alma inquieta siempre te buscará, nunca se dará por vencida hasta que las ánimas benditas nos vuelvan a reunir".
La promesa se pierde con el martilleo insistente del reloj despertador que la arranca con violencia de su ensoñación.
Se despierta feliz, como si hubiese hallado lo que siempre buscó.
Luego de desayunar, hace algunas compras; esa noche es el cumpleaños de su mejor amiga y le había prometido asistir. Odia las reuniones bulliciosas, prefiere las celebraciones íntimas.
Cuando cruza el umbral de la casa, nuevamente siente el cosquilleo que la pasmó el día anterior.
Se sienta apartada de todos en un rincón, perdida en sus recuerdos, recuerdos tan vívidos...
"¿Tomas algo?", la misma voz grave que la electrizó el día anterior. Eleva la mirada y allí está él, el joven del semáforo o acaso el médico que amó con intensidad hacía...¿cuánto?, ¿décadas?, ¿siglos? Siente como esos ojos tormentosos la penetran hasta la hasta la coyuntura de sus huesos.
_ Eres tú _ ella comprende al instante que él no se refiere al incidente del presente, él la reconoce del pasado.
_ Soy yo_ responde con el corazón alborozado.
Él la toma entre sus brazos repitiendo el beso que siglos atrás interrumpió la desventura. Esta vez no es un beso de despedida, es un beso visceral, profundo; nacido de las entrañas de la memoria, chispa atrevida que avivó una hoguera de pasión que el paso del tiempo no pudo extinguir.


miércoles, 3 de febrero de 2016

AMANDOTE BAJO LA LUNA

"Vuélveme tu suspiro, y subiré y
 bajaré de tu pecho, me enredaré en tu
 corazón, saldré al aire para poder entrar.
 Y estaré en este juego toda la vida"  (Gabriela Mistral)


 El calor apretaba esa noche. Hasta la luna parecía sufrirlo. El sonrojo de su cara redonda lo atestiguaba.
"Luna roja, luna sanguínea", suspiró con nostalgia Jean Baptiste. Extrañaba sus tierras, la vasta campiña que rodeaba la casa de sus antepasados. Extrañaba sus raíces.
Un acontecimiento crucial en su aburrida vida, lo obligó a abandonar sus afectos, sus intereses, sus costumbres, para refugiarse en un país lejano y desconocido.
La suerte quiso que su padre necesitara un ojo avizor en la plantación de algodón en Nueva Orleáns, propiedad de la familia. Y hacia allá huyó, aliviado de no tener que dar explicaciones de una situación que el tiempo haría evidente.
Con fastidio, comenzó a vestirse para la recepción organizada por amigos de su padre. Imposible negarse, la hospitalidad y la cortesía nunca debían ser defraudadas. El, como forastero, debía respetarlas para ser aceptado en esa sociedad cerrada y elitista.
Suspiró por una horchata helada, las que preparaba su madre eran deliciosas. En cambio, la negra Felipa le agregaba demasiado azúcar y poca canela para su gusto.
Terminó de anudarse el corbatín de seda negra frente al espejo. Acomodó su cabello espeso y crespo de una tonalidad rojiza, con desgano.
"Amito, ¡que elegancia!", exclamo Felipa al verlo bajar por la impresionante escalera de mármol.
Apenas le sonrió. Se limitó a tomar el bastón que con premura la negra le ofrecía y sin despedirse, desapareció en la oscuridad.
"Este joven es muy raro. Come poco, toma poco, no habla,vive encerrado, no le gustan los caballos...y por las noches, desaparece hasta el amanecer. Muy raro", canturreó la esclava.
Jean Baptiste caminó hasta la plantación vecina. No le importó el camino fangoso y accidentado. El lo sobrevoló evitando ensuciar sus botas charoladas.
Un negro obeso y de piel lustrosa lo recibió en el hall de entrada. Cientos de velas iluminaban el salón. El olor a cera de abejas le revolvió las entrañas, pero lo disimuló. Últimamente se estaba convirtiendo en un maestro de la simulación. Este pensamiento le causó gracia.
Agradeció una copa de vino rojo, que gentilmente le ofreció una negra delgada como un junco.
No lo probó, a pesar de tentarse por el color, tan parecido a la sangre.
Se vio rodeado por varios hombres, todos "Barones del algodón". Conversaron sobre negocios mientras se deleitaban fumando unos aromáticos cigarros importados de Cuba.
Lo atrajo una melodía oscura y melancólica; se identificó en ella, se vio comprendido en su forma pura. Le tocó el corazón. "Esa melodía es la bandera de mi nostalgia", pensó taciturno, el alma herida por las notas de un piano oculto a su visión.
Con amabilidad se desprendió de una conversación frívola, y como bajo el influjo de un hechizo, se dejó guiar por la romanza.
Su espíritu languideció ante la escena que se abrió ante el. Una joven etérea como un hada, de largos cabellos del color de la luna era la bella intérprete de la tonada que capturó su alma.
Como presintiendo su presencia, volvió su mirada hacia él. Sus ojos azabache y borrascosos, lo hipnotizaron. Se reconocieron.
La amó, con pasión, con delirio. La amó sin conocerla, sin rozar su piel de alabastro, sin besar sus labios carnosos, la amó con desesperación. Le urgió saciarse de ella, como si fuese un manantial de vida.
Al concluir su interpretación, la dama caminó directamente a al encuentro del hombre que la observaba con ardor.
Del brazo salieron juntos al jardín sin mediar palabra entre ellos. Se comunicaban con la mirada, se comprendían con el corazón. Unidos por un mismo destino, hasta hace unos años, siniestro; hoy, glorioso.
La luna los cubrió con su luz mortecina augurándoles felicidad.
Se besaron extasiados. La almibarada fragancia a sangre los aturdió.
Al cruzar sus miradas, sus colmillos afilados, húmedos brillaron bajo la luz de la luna.



lunes, 1 de febrero de 2016

EL AGUIJON DE LA MUERTE

Cuando se acercó a la cuna de la recién nacida experimentó un temblor que lo hizo trastabillar. Entornó los ojos y con disimulo la contempló con impudicia. Sintió asco de sus propios sentimientos, se avergonzó, pero sólo fue por unos pocos segundos, el aguijón maligno ya había sido clavado en su corazón.
Con una sonrisa taimada preguntó a la Reina:
_ ¿Cuándo será el bautismo?
_ Cuando lo disponga, padre _ le respondió orgullosa de su niña.
_ En una semana, entonces.
El joven monje, tras una breve reverencia, se retiró satisfecho. "Esperaré, llegado el momento, la gozaré, la paciencia es una de mis virtudes". La codició, como nunca codició riqueza alguna.
Esa noche en su celda, reflexionó:
_ ¿Que me ha sucedido esta mañana en palacio? ¿Qué sentir oscuro se ha apoderado de mi espíritu?
Se postró en tierra, tomó el látigo y comenzó a flagelarse; debía disciplinar sus pensamientos, purificarlos.
Mammón, demonio de la codicia, observaba la cruel escena y sonreía. Él, en complicidad con Asmodeus, demonio del deseo carnal, habían tentado al clérigo por diversión. Se habían propuesto tentar y envilecer al necio que se consideraba santo. Lo estaban logrando.
Los años pasaron y el veneno de la corrupción corría con fuerza en las venas del monje. Todo castigo que impuso a su atribulado espíritu y a su frágil cuerpo para acallar la tentación, fue vano.
Los dieciséis de la princesa desató la borrasca.
El monje se presentó contrito delante de la Reina y pidió autorización para confesar a la joven.
_ Es voluntad de Nuestro Señor que se presente limpia de todo pecado ante el pueblo que la ama y venera.
La Reina no puso objeción. El monje, con sumo respeto, la condujo hasta la capilla. La soledad del recinto lo beneficiaba.
Tomaron asiento en un banco labrado, cercano al altar de piedra.
Mientras la Princesa  enunciaba sus faltas, tontas e intrascendentes, el monje se regodeaba en las curvas del cuerpo núbil que rozaba su hábito.
Deseó aprisionarla en sus brazos, probar esa boca carnosa que durante tanto tiempo le provocó insomnio, deslizar sus manos sobre esa piel blanca como la espuma del mar.
Sin contenerse, la poseyó, con violencia, con desesperación. La niña gritó aterrorizada, sin comprender lo que sucedía. El la golpeó con fuerza para callarla. Lo consiguió, aunque la cabeza de la Princesa se estrelló contra el filo de la piedra del altar, muriendo al instante.
El orgasmo le impidió percatarse de la muerte de la Princesa. Cuando se serenó, comprendió la gravedad de su pecado. Agobiado, buscó una salida para ocultar su crimen.
Debajo del altar, existía una cripta...allí depositó el cadáver. Nadie sospecharía.
La ausencia de la Princesa produjo un gran revuelo. Se la buscó por todo el reino infructuosamente. Hasta se ofreció una recompensa por noticias sobre su paradero. Todo fue inútil. Ella no apareció.
Nunca se sospechó del monje que, durante las tardes, acudía solícito a consolar a la Reina.
Los demonios, Mammón y Asmodeus, se felicitaron. "Hemos logrado nuestro cometido. Brindemos por eso", rieron chocando unas copas que desbordaban sangre de pervertidos.
Perséfone, "La Reina de los Muertos", enterada de la conducta aberrante del clérigo, juró vengar al alma inocente de la Princesa. Su pasado, también signado por el ultraje y la humillación, clamaba venganza. Siendo una inocente doncella, fue raptada por Hades, dios del inframundo,  dejando a su madre en la desolación. "La Princesa será resarcida", exclamó con vehemencia.
El monje vivía atormentado por los remordimientos. Ayunaba, se flagelaba, oraba a toda hora...nada resultaba, el rostro sorprendido y sin vida de la niña lo perseguía sin darle tregua.
Su apariencia reflejaba su terrible pecado: encorvado, delgado hasta los huesos,  piel amarillenta y apergaminada.
Un anochecer, cuando los monjes caminaban con parsimonia hacia la capilla para rezar vísperas, escucharon unos graznidos tétricos. Asustados y conmocionados, corrieron a refugiarse en los distintos pabellones del claustro. Cuando el silencio volvió a reinar, con temor, fueron asomándose al patio.
Estaban todos, menos el confesor de la Reina. Perplejos, se desgañitaron llamándolo. Nada.
Su celda, vacía. Nadie pudo explicar su desaparición, tan extraña como la de la pequeña Princesa.
Los monjes, hicieron rodar un fantástico rumor. El piadoso monje, que pasó su vida rezando y ayunando, fue arrebatado a los Cielos por un Angel del Señor.
Nosotros, tú y yo, querido lector, sabemos que no fue precisamente un premio lo que recibió el monje codicioso. Perséfone envió una Harpía, monstruosa mujer alada, que raptó y torturó al infeliz monje de camino al cuarto infierno, donde hasta hoy permanece sepultado en un pantano de fango y excrementos, suplicando clemencia. Clemencia que nunca le será concedida, como él no se la concedió a la dulce Princesa.