lunes, 14 de marzo de 2016

LA METAMORFOSIS DE MELUSINE

Adaptación de una leyenda medieval
Las sombras de la noche fueron un excelente disfraz para sortear la guardia y poder alcanzar sin problemas la recámara del rey. El silencio sólo era quebrado por los ásperos ronquidos de los dos soldados que supuestamente debían custodiar a Su Alteza. "¡Perfecto!", se rió complacida.
Se detuvo frente a la enorme cama. Corrió con sigilo el dosel de seda y clavó una mirada siniestra sobre la figura cubierta de mantas. Esperó, con paciencia, que despertara.
Como si intuyera una presencia maligna, el rey, abrió los ojos sobresaltado. "Una maldita pesadilla", pensó.
Sin embargo, la joven vestida de blanco que lo contemplaba fijamente era real.
_ Hija, ¿eres tú?, ¡Melusine! _ la reconoció.
_ Sí padre, soy yo._ la respuesta fue seca, carente de afecto.
_ No te imaginas lo feliz que me hace volver a verte. Ha pasado tanto tiempo...
_ Años.
_ Desde que tu madre me abandonó separándote de mí, la pena me desgarra. Es verdad que ella me permitió contados encuentros contigo, pero eso no alcanzó para curar la herida provocada por la lejanía_ se lamentó.
_ Mi madre te abandonó porque tú no mantuviste tu promesa _ sus palabras eran flechas disparadas al corazón del padre _ No debiste presenciar el momento de mi nacimiento.
Melusine, hija de Elinus, rey de Escocia y del hada Pressina, había descubierto que su padre la había visto nacer contra los caprichosos deseos de su madre. Desde entonces vivía con sencillez en la isla mágica de Avalon, apartada del boato, que por derecho, merecía. Odiaba a su madre que por orgullo la privó de lujos y reverencias; y a su padre, por débil y pusilánime. Los detestaba.
Melusine, presa del resentimiento y la cólera, apoyó su mano sobre el pecho del rey y al instante el corazón cesó de latir.
Satisfecha, regresó a su isla.
_ ¿Qué has hecho insensata? Has asesinado al amor de mi vida. Me vi obligada a abandonarlo porque así estaba escrito en mi destino. Ahora tú deberás pagar esta afrenta _ su madre le recriminó con furia.
_ Pero madre..._ quiso defenderse
_ ¡Nada!, por parricida te condeno a cuidar toda tu vida de la fuente de aguas sagradas y todos los sábados la mitad de tu cuerpo se convertirá en serpiente. Podrás casarte, pero tu marido nunca podrá verte mientras estés en ese estado. Si alguna vez, él falta a este precepto, lo abandonarás y vivirás el resto de tus días como serpiente. Y ahora, ¡fuera de mi vista!.
A partir de ese momento, Melusine vagó por los inmensos bosques de Avalón tratando de encontrar paz para su espíritu.
Todas las tardes, acostumbraba tomar un baño en la fuente sagrada del que era guardiana. Allí la sorprendió el conde Gael, quien prendado de su belleza le propuso matrimonio. Ella aceptó con una única condición, "los sábados debes permitir que me retire a mis aposentos, sin que me veas durante un día y una noche". Su enamorado claudicó sin discutir.
Los años pasaron en armonía y felicidad hasta que una noche, en el transcurso de una fiesta un día sábado en el castillo de la pareja, un primo de Gael, con insidia, despertó dudas en el joven con respecto a la ausencia de su esposa. "Quizás esté en los brazos de su amante..."_ lo acicateó envidioso del amor que demostraban Gael y Melusine.
Acechado por los celos, subió de dos en dos los peldaños de la escalera de piedra que daba a la alcoba de su esposa. Abrió la pesada puerta con violencia y lo que descubrió, lo apabulló.
Melusine dormía serenamente, bella como siempre, sólo que de la cintura para abajo era una serpiente.
Cayó de rodillas; perplejo, estremecido por el cruel hallazgo.
Los sollozos quedos la despertaron. Al darse cuenta de la situación, Melusine estalló en llanto amargo.
Antes de huir de la presencia de Gael, le expresó con infinito dolor:
_ Amor mío, estoy atada a este hechizo que me impide olvidar mi maldad. Tu amor ha iluminado la oscuridad que habita en mi alma, pero no tiene el poder para romper este sortilegio que me atormenta y que tengo merecido. Nuestra historia llega a su fin, siempre te amaré.
Lo besó y ese bello instante de amor, se transformó en preludio de una angustia eterna.
Jamás volvió a verla. Cierta vez, los rumores de la existencia de una gran serpiente que amenazaba a los habitantes del condado que se acercaban a la Fuente Sagrada, llegó a su conocimiento. Desesperado, ordenó que no le hicieran daño. El miedo pudo más, y un intrépido aldeano la mató con una lanza de plata, metal capaz de aniquilar a los monstruos mágicos.
Todas las noches, bajo el tímido titilar de las estrellas, se puede ver a un hombre sentado a orillas de la Fuente llorando su pena, tratando de comprender lo que no pudo ser...

"La luz del sol ciñe la tierra
  y la luna besa los mares,
 ¿para qué esta dulce tarea
 si luego tú ya no me besas?"(P.Shelley)


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