martes, 10 de octubre de 2017

SÓLO YO

Cierro los ojos y por un instante
la pesadilla termina, la pesadilla de la incomprensión.
En la oscuridad estoy a salvo.
¿Quién conoce la verdad que guarda mi corazón?
Nadie, sólo yo.
¿Quién comprende mi desazón, mi dolor?
Nadie, sólo yo.
Busco contención y mi grito de auxilio cae en el abismo,
un abismo que me devora con dientes afilados.
Lágrimas de fuego hieren mi alma,
lágrimas que no puedo ni deseo contener,
lágrimas purificadoras que poco a poco crean un escudo protector.
Escudo granítico que me mantiene a salvo de dardos venenosos,
de flechas que intentan desgarrar mi corazón. Aura de protección.
Abro los ojos. La luz me acecha, me enceguece.
Y nuevamente la pesadilla comienza. Pero ahora estoy a salvo.

viernes, 1 de septiembre de 2017

ODA A LA OSCURIDAD

Nada veo. Nadie me ve...
La oscuridad me envuelve, es un manto de terciopelo...suave...delicado.
Mi piel se eriza y mis huesos tañen como mil campanas.
Nada veo. Nadie me ve.
Oculta en la oscuridad mi respiración se ralentiza,
mis nervios se relajan.
Comienzo a vislumbrar la paz que se me niega en la luz.
Nada veo. Nadie me ve.
Amo la oscuridad. Mi refugio, mi guarida.
Ningún intruso osa asomarse en ella. Me pertenece.
Soy libre en la oscuridad. Rotas las cadenas.
Nada veo. Nadie me ve

miércoles, 19 de julio de 2017

SUBITO CORPUS FRIGIDUM

SÚBITA RIGIDEZ CADAVÉRICA
"Entre tanto, tu cuerpo descansará tranquilamente en su lecho, pues sólo partirá contigo
 tu alma. Para que no crean que tu cuerpo ha muerto, sin embargo, voy a dejar un aliento
 que indicará que estás vivo".

En un convento, alejado de los ruidos y el trajín molesto de las grandes ciudades, un moje reza Maitines.
Está sumamente concentrado, y ese grado de concentración lo vuelve vulnerable a los misterios del espíritu.
De repente comienza a transpirar. El ambiente se vuelve tórrido, a pesar de que afuera nieva.
Alguien lo llama por su nombre, una voz lastimosa, una voz herida.
Anscario de Bremen, hombre recto, pero de corazón duro, levanta la vista del salterio y queda paralizado ante la imagen que lo enfrenta con dolor.
_ ¿Tú? _ pregunta horrorizado el monje.
_ Sí, yo, tu discípulo. Aquél que necesitó de tu ayuda, de tus consejos y se los negaste con frialdad, escandalizado de su tormento_ el joven luce una capa forrada de fuego.
_ Te negaste a corregir tu pecaminosa conducta. Nuestro Señor, alabado sea, no perdona a los sodomitas _ exclamó con arrogancia.
_ ¿Qué sabes tú a cerca de la bondad de Dios? ¡Engreído y orgulloso! Por tu culpa tomé el cuchillo y cercené mi cuello. No estoy en el infierno por sodomita sino por suicida. ¡Y tú fuiste el instigador!_ le grita lanzando sobre el monje su aliento a azufre.
_ ¡Calla!, ¿qué quieres de mí? _ se asusta.
_ Sé que desde mi muerte vives un calvario. Los remordimientos te acechan día y noche. Hoy me presento ante tí para ofrecerte una gracia, la gracia del perdón por tu pusilanimidad y soberbia.
_ ¿Quién te crees qué eres? ¿Un ángel? _ se ríe del descaro de su discípulo que arde en el infierno.
_ Un ángel oscuro, pero ángel al fin. ¿Me escucharás o seguirás revolcándote en tus miserias? _ truena exasperado.
Ante el silencio del monje que lo observa con los ojos desorbitados con continúa:
_ Una mujer solicitará tu ayuda. Sé gentil con ella, sufre como una vez sufrí yo. Si lo haces, Dios perdonará mi culpa y me rescatará del Fuego Eterno y tú acallarás tu conciencia.
_ Nuestro Señor no rescata a los pecadores del Infierno. Las Santas Escrituras dicen...
_ ¡Sandeces! Ningún mortal conoce la bondad y misericordia del Señor. Yo la he experimentado. Hazme caso, abre tus oídos una vez en la vida.
Dicho esto, el ánima desaparece.
Consternado, Anscario, continúa orando. Algo ha cambiado, su alma atribulada parece reposar.
Pasan los días hasta que una tarde de primavera el Abad solicita la presencia de Anscario en el locutorio.
Una mujer lo espera. Sus ojeras violáceas y un rictus de amargura dibujado en el rostro, lo impresionan.
Al verlo, la mujer se arrodilla ante él y le besa la mano. El monje desconcertado por semejante actitud, la ayuda a levantarse. Toman asiento uno junto al otro. Ella lo mira a los ojos y comienza su narración:
" Mi marido es marino. Hace seis meses partió hacia Londres y desde entonces no sé nada de él. Ningún mensaje, ninguna carta. Temo lo peor. Estoy desesperada, nuestros niños piden por él y a mí se me acabaron los argumentos para consolarlos.
¡Padre!, sus dones son bien conocidos por todos. En la ciudad se murmura que usted tiene visiones, que habla con los muertos, que posee el don profético. Ya no tengo a quién recurrir. Usted es mi última esperanza, ¡Ayúdeme padre!, se lo suplico."
El monje la escucha con paciencia, sin alterarse como era su costumbre cuando venían a pedirle favores, tanto místicos como mundanos.
Cuando la mujer calla, él la toma de las manos y la invita a esperar. La mujer accede con una sonrisa de gratitud y él se refugia en su celda.Se recuesta en el catre, cierra los ojos y luego de unos segundos, el alma se desprende de su cuerpo.
Llega la noche y la mujer, inquieta por la espera, comienza a recorrer los estrechos y solitarios pasillos del convento. Los monjes están reunidos en la capilla celebrando la Eucaristía. Una lúgubre escalera la conduce hasta las celdas. Con curiosidad lo busca asomándose por las ventanillas de cada puerta. Finalmente da con él. Está recostado en un catre. Con paso lento se acerca al monje y ahoga un grito. Parece muerto: el cuerpo rígido, los ojos vidriosos y los labios lívidos. Asustada regresa al locutorio y cuando decide irse, la presencia repentina de Anscario la detiene.
"Su marido está bien. Desperfectos en la maquinaria del barco impidieron su retorno en el tiempo acordado. Le escribió dos cartas, pero seguramente se han extraviado. El la extraña y está muy preocupado, ansía estar a su lado muy pronto. Le aseguro, dentro de una semana lo tendrá con usted".
Efectivamente, una semana después de la entrevista, el marido regresa y confirma lo dicho por el monje.
La mujer, feliz, vuelve al convento con su marido para agradecer a Anscario su vaticinio. El marido al reconocer al monje, palidece y no articula palabra alguna durante todo el encuentro.
Ya de regreso en su hogar, el hombre le cuenta a su esposa haber visto a aquel monje una semana atrás en un café de Londres.
"Se me acercó y con amabilidad me dijo que tú estabas alarmada por mi tardanza. Me resultó extraño, sin embargo, le conté las causas del retraso y que te había escrito dos cartas de las que no recibí respuesta. Además le añadí que en el término de una semana regresaría. Entonces, el monje se perdió entre la multitud".


domingo, 16 de julio de 2017

EL MONTE DE LAS ANIMAS

 De Gustavo A. Bécquer

Edad Media, Monte de las Animas, Soria
Cuenta una leyenda que el Monte de las Animas pertenecía a los Templarios y que cuando los árabes fueron expulsados de Soria, el Rey les ordenó defender la ciudad, debiendo para ésto abandonar su lugar de reclusión. Esta decisión ofendió a los nobles de Castilla creando hostilidad entre ellos y el monarca.
Se inició entonces una espantosa batalla hasta que el Rey finalizó la contienda: el monte fue abandonado y en la capilla de los Templarios fueron enterrados los cuerpos de los religiosos y de los nobles sorianos.. Desde entonces, cuando llega "la noche de los difuntos", las ánimas de los muertos corren junto a los animales del bosque acechando a todo ser viviente. Por esa razón, ningún hombre o mujer en sus sanos cabales se arriesga a deambular en el bosque por temor a perder su vida.
El "día de todos los Santos", un día antes de la terrible fecha, un grupo de cazadores inician su camino adentrándose en el bosque. Entre ellos se encuentran Beatriz y Alonso, hijos de los Condes de Borges y Alcudiel.
Esa noche, luego de una exitosa cacería, la comitiva se reúne en corro alrededor de un gran fogón. La conversación es ágil y amena, sin embargo la joven pareja permanece aislada del bullicio contemplándose en silencio.
Alonso ama a Beatriz, su prima y decide confesárselo en esa noche especial.
_ Pronto nos separaremos. Cada uno regresará a su condado y por un largo tiempo no volveremos a vernos _ dice con voz lastimosa_ Por eso, para que me tengas siempre presente en tus pensamientos y en tu corazón te suplico aceptes esta joya.
_ Es bellísima, pero no puedo aceptarla Alonso _ Beatriz sorprendida, se niega; aceptar el presente significa un compromiso.
_ Acéptala, te lo ruego. Hoy celebramos el "Día de todos los Santos" y es una tradición intercambiar regalos _ el joven buscó un argumento adecuado para convencerla.
Ella, con una sonrisa, aceptó el obsequio.
_ Ahora tú debes darme un objeto que aprecies _ expresa anhelante.
Beatriz piensa un instante y por fin se decide. Ella es fría, aunque hermosa y de hechiceros ojos azules. Trata con desdén a su primo, se cree superior a él.
_ Hoy en el bosque durante la cacería extravié mi pañuelo azul. Encuéntralo y será tuyo.
Al muchacho se le congela la sangre al escuchar el deseo de su prima. El sería capaz de enfrentarse a una manada de lobos con tal de obtener una prenda de su amor, pero internarse en el bosque justo en esa fecha no le agrada en absoluto. El conoce la leyenda del monte de las Animas y no desea toparse con algún cadáver viviente sediento de venganza. Beatriz también la conoce, pero no le importa. Desafía a Alonso, lo pone a prueba.
Alonso, con un nudo en el estómago, accede a la propuesta de la joven. Monta en su caballo y desaparece en la oscuridad.
Las horas pasan y Beatriz no pudiendo conciliar el sueño, asustada y con remordimientos, comienza a rezar invocando a los santos protección para su intrépido primo. Al amanecer escucha las campanas de la ciudad de Soria y se levanta con premura. Debe constatar que Alonso esté sano y salvo esperándola en el salón con los demás.
De repente se queda paralizada. Sobre su mesita de noche ve el pañuelo azul roto y ensangrentado.
Cuando una de las sirvientas entra en la alcoba de Beatriz para comunicarle que Alonso ha muerto asesinado por lobos en el bosque, la encuentra inmóvil y con los ojos desorbitados. Está muerta.
Cuentan que luego de este suceso, otro cazador que intentó burlar la leyenda de las Animas penetrando en el bosque maldito perdió la vida, pero antes de morir pudo narrar que vio a los amenazantes esqueletos de los antiguos Templarios y a una bella mujer que con los pies ensangrentados daba vueltas en torno a la tumba de Alonso.


OJOS DE GATO

"Los hombres y mujeres deambulan como si estuviesen locos y dejaban que su ganado se perdiese porque ya nadie quería preocuparse por el futuro.
El padre abandona al hijo, la mujer al marido, un hermano al otro, porque esta plaga parecía comunicarse con el aliento y la vista...Y así morían. Y no se podía encontrar a nadie que enterrase a los muertos ni por amistad ni por dinero."  ( Agnolo di Tura, testigo de la época ).


París, verano de 1350
El Marqués Bertrand Ponthie se paseaba nervioso por el gran salón de armas. Por las pequeñas ventanas entraba una brisa cálida que lo exacerbaba aún más. Esperaba con impaciencia la llegada de su dama, la bella Florentine.
El padre de la joven había muerto víctima de la peste negra y él, desesperado, la mandó buscar.
Un paje, larguirucho y tartamudo, le comunicó el arribo de la comitiva.
Con ansiedad corrió hacia el puente levadizo. La vio de lejos, bajando del carruaje, soberbia, de una elegancia exquisita. ¡Cuánto la amaba!.
Sus miradas se cruzaron comunicando una vorágine de sentimientos: amor, miedo, desolación, deseo, esperanza...
Él apuró el paso y la abrazó haciendo caso omiso de las miradas licenciosas de los pocos soldados que seguían con vida.
Con ella del brazo, se dirigieron a la torre de homenaje.
Una vez solos, Florentine se desarmó en llanto.
_ Mi padre, mi pobre padre. Ni enterrarlo pude.
_ Ahora me tienes a mí, yo te protegeré _ le aseguró Bertrand abrazándola.
De la mano, la acompañó hasta la alcoba. Al cerrar la puerta la joven percibió una presencia extraña, misteriosa que le heló la sangre.
"Son mis nervios", trató de tranquilizarse. Se acercó a la ventana, corrió la pesada cortina para permitir que entrara un poco de aire fresco. Imposible, el calor era abrumador. Se recostó e intentó dormir, pero la pesadilla la perseguía.
Cadáveres y más cadáveres, unos encima de otros, pudriéndose en una gran fosa apenas tapada por unas paladas de tierra. ¡Cuántos amigos, cuántos seres queridos arrebatados por la cruel plaga!
Se despertó alarmada. Algo o alguien la observaba desde un rincón oscuro. De repente "ese algo", de un salto, se sentó sobre la cama. Florentine gritó asustada. Un gato de lustroso pelaje azabache, la miraba fijamente, como estudiándola; luego, así como llegó, desapareció.
No volvió a ver al gato hasta la cena.
Bertrand la esperaba al pie de la escalera espiral. Con sorpresa notó que cargaba el gato negro que tanto la había inquietado.

_ Veo que ya se conocen _ dijo el Marqués al percibir la reacción de su dama.
_ Esta mañana me dio la bienvenida en mi recámara. Te confieso que me asustó.
_ ¿Asustar Minouche?, pero si es una dulzura, es mi fiel compañera _ le aclaró con amabilidad _ Minouche, ella es Florentine, mi futura esposa. Minouche es adorable, aunque debo reconocer, un poco caprichosa y celosa. Y ahora que fueron hecha las presentaciones...¡a comer! _ dijo divertido.
El servicio doméstico era reducido, la muerte negra arrasaba especialmente entre los más humildes.
La cocinera, callada y ojerosa, sirvió los diferentes platos.
Bebieron un vino tinto de buen cuerpo. Florentine experimentó un ligero cosquilleo en la punta de la lengua que la hizo suspirar. Hacía bastante que no disfrutaba de un buen vino. "Quizás esta deliciosa bebida me relaje, la presencia de esa maldita gata me exaspera", pensó con los nervios crispados.
La voz ronca y sensual de Bertrand la sacó de sus cavilaciones.
_ La próxima semana llegará desde Avignon el sacerdote que nos casará. ¿Te hace feliz la noticia? _ preguntó ilusionado.
_ Mucho, estoy muy...
Se interrumpió cuando la gata saltó intempestivamente sobre el regazo del Marqués.
Desconcertada, observó como el felino se frotaba melosa contra el pecho del hombre. Un ronroneo, sordo y continuo, invadió la atmósfera, un ronroneo de placer.
Florentine sintió que la mirada filosa de la gata la atravesaba como una espada.
"Parece una mujer celosa", la ridícula idea penetró en su corazón. No la desechó.
_ Bertrand,  ¿cómo es que tienes un gato? La Santa Inquisición ordenó quemar a todos en la hoguera por estar endemoniados.
Como si la afirmación de Florentine fuese un ataque para ella, Minouche brincó del regazo del Marqués a la falda de la joven, maullando salvajemente y desgarrando la seda con sus uñas. Florentine, pasmada ante la agresión, gritó espantada. Bertrand se apresuró a auxiliarla calmando a su gata.
_ No entiendo que le sucede, ella siempre es dulce y amistosa. Es mejor que nos retiremos a descansar, hoy ha sido un dí de muchas emociones _ y con un apasionado beso se desearon las buenas noches.
La gata no perdió detalle de lo que ocurría y con sigilo se escabulló del salón.
En su alcoba, Florentine respiró seguridad. El miedo acuciante que se apoderó de ella desde su llegada al castillo, lo relacionaba con la presencia enigmática de la gata.
Un golpe suave en la puerta le anunció la presencia de la doncella que la ayudaría a desembarazarse del bendito corset que la ceñía sobremanera.
_ Esta noche habrá tormenta _ dijo categórica la sirvienta.
_ ¿Cómo lo sabes? La noche está estrellada._ le dijo señalando la ventana abierta.
_ Lloverá, lo ha dicho Minouche.
_ ¡Como es eso! _ se alarmó. "Aquí pasa algo raro", pensó inquieta, atemorizada.
_ Hace un momento le vi pasar una de sus patas sobre la oreja derecha y eso es señal de lluvia. Sus pronósticos nunca fallan.

_ ¿Cómo se salvó Minouche de la hoguera? El dictámen de la Inquisición fue estricto.
_ El amo, al conocer la orden, envió a Minouche a Fontainbleu, a una propiedad que posee en medio del campo, lejos del pueblo. Al poco tiempo, no sabemos cómo, la gata reapareció entre nosotros. Flaca y sucia, pero cuando el Marqués la llamó por su nombre, sus ojos se iluminaron  Como el peligro de ser quemada había pasado, Minouche volvió a ocupar su sitio de privilegio en el castillo para alegría del amo. Aunque, claro, el Marqués prefiere mantenerla oculta en presencia de extraños.
_ ¿Quieres a Minouche, verdad? - tanteó.
_ Le temo, señorita. Mi abuela me contó que los ojos del gato representan las puertas del infierno. Si me permite un consejo, señorita, esté atenta. A Minouche no le agrada su presencia en el castillo.
_ ¿Por qué lo dices? _ Florentine estaba atónita, pero le creía.
_ Minouche no acostumbra trepar y acurrucarse en las camas, prefiere su almohadón que tiene cerca del sillón del amo. Sin embargo esta tarde, mientras usted recorría el jardín, sorprendí a Minouche en su cama.
_ ¿Y eso que significa? _ tembló.
_ Que su muerte se aproxima. Cada vez que sube a la cama de alguien, esa persona muere. Ya sucedió...tenga cuidado señorita.
La furia de un trueno las sorprendió. Se miraron atemorizadas. La lluvia intensa y repentina confirmó la premonición de Minouche. Esa verdad desató el caos en el espíritu desfalleciente de Florentine. "Mañana mismo huiré de este siniestro lugar", se juró.
Antes de marcharse, la doncella le repitió:
_ Vigile, señorita, vigile _ susurró enigmática.
Sin poder conciliar el sueño, bajo la luz de una vela, comenzó a leer el Apocalipsis de San Juan. Lejos de serenarla, la lectura la perturbó aún más. Una oración brotó de su boca, una oración pidiendo protección.
La tormenta arreciaba en el exterior, pero también en su alma.

Un ruido constante, parecido a un rasguido contra la madera, despertó su curiosidad.
Tomó el candil y salió de la habitación. Miró hacia ambos lados del largo corredor apenas iluminado por una antorcha. Nada.
Agudizó el oído, el molesto ruido continuaba. Decidió bajar la escalera. Lo hizo con prudencia. Descendió uno a uno los escalones. Llegó a la mitad, cuando divisó una llama titilante en el salón. Apuró el paso.
"Seguramente es Bertrand, le confiaré mi temor. En él puedo,debo confiar. Debemos deshacernos de esa perversa gata".
Ese pensamiento la distrajo. Apoyó mal el pie y tropezó con algo. Cayó con brusquedad golpeándose la nuca en el filo del último escalón. Murió al instante.
El escollo que ocasionó la desgracia se desperezó grácilmente. Con agilidad bajó el último tramo de la escalera, pasando con indiferencia sobre el cadáver de Florentine.
Siguió su camino hasta la biblioteca. Allí estaba Bertrand. Se había quedado dormido estudiando los documentos para la boda. Minouche pasó a su lado acariciándole las piernas con su cola , larga y sinuosa.
Luego se acomodó en su almohadón de terciopelo bermellón y comenzó a ronronear.

viernes, 7 de julio de 2017

ESCUCHA MI RUEGO

Alanna rió con tristeza. Hacía mucho tiempo que la esperanza la había abandonado. ¿Cuántos años habían pasado desde que Asmodeo irrumpió en su vida apropiándose de su alma? Asmodeo, el demonio. Asmodeo, su tortura.
Una mañana  la vio tomando un baño a orillas del río Tyne. Su desnudez lo atrajo, lo enloqueció. A partir de ese momento, ningún hombre se atrevió poner sus manos sobre la sedosa piel de Alanna, ni besar sus labios  de rosa. A partir de ese momento, fue de su propiedad y sólo él la disfrutó.
Una parte de Alanna sufría por este ataque sexual, pero aunque avergonzada, no podía negar que también lo gozaba. Ese demonio la enardecía hasta el delirio.
Pensó en quitarse la vida; nada la ataba a este mundo...su padre la despreciaba, los sirvientes murmuraban y la trataban con desdén. Sólo en su madre hallaba comprensión, y por ella no bebió la mezcla de cicuta y arsénico que escondía en el fondo de su joyero. 
Todas las noches, antes de dormir, una misma oración brotaba de sus labios:
"Dana, Señora Protectora, elevo mi rostro y mis ojos hacia tí. Líbrame de Asmodeo, líbrame de este tormento que me consume como fuego fatuo. Compadécete de tu miserable sierva"
Y ahora Kilian, el apuesto amigo de su primo, prometiéndole la liberación. "¿Si fuera esto posible?", anheló; quizás la diosa había escuchado su persistente súplica.
Tres días atrás, Kilian se presentó ante el padre de la muchacha con una petición de matrimonio. El anciano, asombrado, le advirtió del peligro que su pedido encerraba.
"Seis veces Alanna fue tomada en matrimonio, y seis veces su esposo murió antes de consumarse la boda. Un espíritu maligno visita su alcoba y se hunde en su carne, mancillándola. El no permite que ningún hombre se acerque a ella, los asesina. Alanna es anatema".
Sin embargo, el joven insistió:
"Amo a su hija y estoy dispuesto a enfrentar a ese demonio. Un sacerdote druida me ha aconsejado sabiamente. Sé como proceder. Confíe en mí ".
Esa misma noche, Kilian obedeciendo las instrucciones del sacerdote,  se dirigió al río Tyne con la intención de atrapar un pez. Lo hizo sin dificultad, luego le quitó el hígado y el corazón y los guardó en su morral.
Ahora, sólo debía aguardar.
Los días se sucedieron con rapidez y finalmente el momento esperado por todos llegó.
Muy de madrugada, el padre de Alanna envió a sus sirvientes a cavar una fosa en un lugar escondido de su extenso jardín. Allí enterrarían a Kilian.
Alanna, aunque demacrada y tensa, albergaba en su corazón la ilusión de derrotar a Asmodeo. Kilian le infundía fuerza y esperanza.
La ceremonia fue breve y el festejo posterior, deprimente. Todos los invitados presentían el desenlace.
Alanna se despidió de sus padres y se dirigió a su habitación. Kilian la siguió. Allí, encerrados, se miraron en silencio y el tiempo se detuvo en sus miradas volviéndose eterno.
"Confía en mí", Alanna lo escuchó decir. Había tanta ternura en su súplica que acortando la distancia entre ambos, lo abrazó buscando un refugio seguro.
"Alanna, debo colocar esto sobre el brasero de los perfumes", le dijo mientras sacaba de su morral el hígado y el corazón del pez. "Su olor se extenderá y cuando Asmodeo lo huela huirá inmediatamente. ¿Tú me amas Alanna? ¿Deseas realmente librarte del acoso de Asmodeo?".
Alanna se alarmó ante la pregunta.
"Mi mayor anhelo es terminar con este martirio".
"Me alegro, porque para que este conjuro sea efectivo debes repudiar al demonio en tu carne, en tu mente y en tu corazón", afirmó con firmeza.
Una duda atravesó el alma de Alanna arrebatándole la poca paz que había conseguido.
"Recemos a Morrigan, la Reina de los Fantasmas, ella nos cubrirá con su manto protector y gracias al poderoso sortilegio del pez, pisará la cabeza del cruel Asmodeo", invitó Alanna a Kilian mientras se tendían en la cama uno junto al otro.
Asmodeo no tardó en llegar. El aroma que invadía la habitación atacó sus sentidos, pero antes de huir clamó desesperado:
"Esus, dios de la noche, temible guerrero, no permitas que este humano egoísta y soberbio se apodere de mi mujer.  Yo, Asmodeo, la reclamo por toda la eternidad. Escucha mi ruego, te lo imploro".
Esus hurgó en el corazón de los amantes y dio su veredicto.
Grande fue el alivio a la mañana siguiente cuando se comprobó que Killian continuaba con vida. Y grande fue la felicidad de los padres de Alanna al ver a su hija radiante.
"Tus ojos han cambiado de color", se sorprendió Alanna al mirar con detenimiento a su marido
"El inmenso amor que te prodigo es el que ha obrado el milagro", bromeó.
Se besaron y la inquietante incógnita quedó en el olvido.
Esus, el dios omnipresente, sonrió con ironía al presenciar la escena.
Alanna, sin saberlo, hizo su elección. Prefirió a Asmodeo, lo gritó su corazón y su sangre.
El alma de Kilian quedó rezagada en la oscuridad mientras el demonio se apropiaba de su cuerpo.
"Gracias Padre Esus por escuchar mi ruego", exclamó satisfecho Asmodeo.

jueves, 29 de junio de 2017

NO ME OLVIDES

"Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo". 
Jorge Luis Borges

 Basada en una leyenda persa
Se detuvo abruptamente al ver la imagen seductora de una joven en las aguas claras del manantial. La muchacha entretejía sus cabellos azabache con pequeñas flores azules. La mirada perdida en la lejanía..."¿Estará soñando con su amado?, reflexionó perturbado, decepcionado.
El ángel, sobrecogido por el sentimiento que aquella sublime criatura encendió en su corazón, descendió de los cielos bajo la apariencia de un vendedor ambulante. No deseaba asustarla. Frenó con fiereza el impulso de abrazarla, de acariciar su piel tersa y luminosa.
Ella se sobresaltó ante su aparición.
"No te asustes, sólo deseo refrescarme, vengo desde un país muy lejano", se atrevió a decir.
Ella le sonrió y él quiso adueñarse de esos labios tentadores. "Estoy seguro que serán dulces como fresas maduras", suspiró extasiado.
Con atrevimiento, se sentó a su lado. Ella no protestó. La sedujo su gentileza, sus ojos serenos.
El ángel, con adoración, le rozó el cabello.
"¿Sabes la leyenda de esas florecillas que adornan tu trenza?".
La muchacha negó con la cabeza, intrigada.
"Un caballero vestido en su armadura estaba cabalgando a la orilla del río con su prometida. Ella vio un grupo de flores azules meciéndose en el agua, y pidió a su amante que las recogiera. Al intentar llegar a ellas, el caballero se resbaló y cayó al río. La pesada armadura le impidió nadar y comenzó a hundirse en el agua, pero antes arrojó las flores azules a su amada diciéndole : No me olvides...Al igual que ese intrépido caballero que dio su vida por satisfacer el capricho de su adorada, yo sería capaz de repetir semejante hazaña por ti con tal de merecer tu amor".
Ella, una pitonisa respetada por su pueblo, captó el aura del joven, brillante y diáfano. Supo con certeza que no pretendía engañarla.
Decidida y prendada de la singular luz que irradiaba el joven, le entregó su corazón. A partir de ese instante jamás se separaron.
Enterado el Señor de Señores que su mensajero por un amor carnal no cumplió con la misión que le había encomendado, tronó desde las alturas.
El ángel experimentó la furia de su Creador en sus entrañas. Avergonzado pero no arrepentido, se presentó ante El.
"¡Cómo es posible que me hayas desobedecido! Dos ciudades fueron destruidas por tu desidia. Te encomendé llevar mi advertencia a Sodoma y Gomorra para que enmendaran su abominable conducta, ¿y tú que hiciste? ¡Te enredaste en los encantos de una damisela! Las puertas del Paraíso estarán cerradas para ambos. ¡Fuera de mi presencia!".
El ángel, desgarrado por el dolor, clamó misericordia, no para él sino para su amada, ajena a su infracción.
"Recibirás mi perdón si renuncias a ella". Las palabras fueron espadas que atravesaron su corazón. No tenía alternativa, ella no se merecía la oscuridad eterna; ella, la luz de su vida.
Lágrimas de sangre bañaron el relato que la pitonisa escuchó atribulada. Se rebeló al sacrificio que injustamente se les imponía. El ángel la consoló con besos más dulces que la miel y ella lloró en sus brazos.
El adiós plañidero los sumió en una profunda tristeza.
"¿Te acuerdas de la leyenda que te narré cuando, bellísima, te encontré a orillas del manantial? Hoy, como aquel caballero de armadura, me hundo en las consecuencias de mi irresponsabilidad, me ahogo en un río de amargura. Pero ten por seguro que nunca, ¡nunca! me arrepentiré de haberte amado...de amarte. Y como aquel caballero te suplico: ¡No me olvides...No me olvides, amor de mi vida!

sábado, 24 de junio de 2017

ESPINAS

Ovillado bajo la mesa de la cocina escucha con temor la pelea de sus padres. Se agreden, se insultan.
Por momentos se cubre los oídos con sus manitos sucias de chocolate, su miedo es atroz. Quisiera huir, desaparecer de esa escena de horror. Imposible, es muy pequeño e indefenso.
Un vaso se estrella contra la pared. Otro más...y otro. Los trozos de vidrio llegan hasta su escondite.
Un golpe seco sobre la mesa lo sobresalta, bailan las botellas de vino.
Su corazón bombea con celeridad. ¿Dónde escapar?, ¿dónde?
La voz de su padre sueña extraña, está ebrio y cuando esto sucede se violenta, el niño lo sabe muy bien.
Su madre no permanece callada, insulto por insulto. El hombre se exaspera aún más.
El chasquido de una bofetada lo pone en alerta. Se estremece.
¿Cuántas veces tendrá que soportar este drama? Cientos..., ¿quizá eternamente? Cruel destino plagado de espinas que hieren, que fustigan un corazón inocente.
De repente el silencio, un silencio tenso y oscuro se instala entre ellos. Silencio que se quiebra con un portazo que reverbera en toda la casa. La mujer huye consternada.
El pequeño queda olvidado bajo la mesa. "Mamá, ¿por qué no me llevas contigo?. ¿Es que no me quieres? Y ahora solo con papá. Tengo miedo, mucho miedo".
Su padre grita su nombre. Lo busca. El niño tiembla. De repente, el rostro temido lo descubre. De un tirón lo saca de su escondite. El niño se resiste, pero es inútil.
Espera resignado la paliza, sin embargo se asombra al recibir un abrazo cálido y estrecho.
Siente que su cabello se humedece, son lágrimas. ¡Lágrimas de su padre!. Sobrecogido lo escucha decir en voz baja y quebrada:
"Perdón, hijito, perdón".

viernes, 26 de mayo de 2017

LAS PUERTAS DEL AVERNO ( PARTE III )


A la mañana siguiente de hallar el preciado Códice, Adela, después de laudes, ordenó a la obidenciaria, la monja encargada de los asuntos diarios, que trajera ante su presencia a las dos novicias nuevas.
Las estudió concienzudamente. Ambas eran bonitas y muy jóvenes. Una pertenecía a la aristocracia, la otra era una campesina huérfana.
Despidió a la hija del Marqués de Bamberg y comenzó a interrogar a la hija de labriegos.
"Sola, ningún familiar, una recogida, aceptada gracias a nuestra bondad. Nadie preguntará por ella cuando desaparezca. Excelente", festejó.
-- Querida, te he elegido para una misión importante -- dijo con solemnidad
-- ¿A mí? -- la joven se sorprendió.
-- Si, a ti -- repitió mirándola fijamente.
-- ¿Para qué me necesita Abadesa? -- preguntó halagada. 
-- Hoy, a la medianoche, debes ir al jardín y arrodillarte frente al árbol de flores blancas.
-- ¿El árbol maldito? -- se asustó.
-- Precisamente. Lleva tu libro de oraciones y reza hasta el amanecer, de esa manera someteremos sus influjos malignos. Si lo haces, te prometo que recibirás el velo de manos del Obispo Odon de Cluny el año entrante.
-- ¿Yo?, una pobre campesina. Madre abadesa, no soy digna de tan gran honor -- expresó con humildad.
-- Lo serás. Esa es mi decisión -- determinó con voz grave.
-- Pero Abadesa, no he ofrecido dote al convento -- insistió vacilante.
-- Lo sé y lo pasaré por alto si realizas esta sublime misión. Los ángeles te han elegido -- la aduló.
La inocente novicia no salía de su asombro. Luego de haber vivido tantas desgracias, ahora una bendición.
Esa noche, con la luna llena de testigo, se postró  cándida y virginal, delante del árbol y rezó con devoción.
Mientras tanto Adela, para aplacar la incertidumbre, leía a Tertuliano, un Padre de la Iglesia:
"¿No sabes acaso que eres Eva?...Eres la puerta de entrada del demonio...Con que facilidad destruiste al hombre, imagen de Dios. Por la muerte que nos infligiste hasta el Hijo de Dios tuvo que morir".
-- ¡Imbécil! -- gritó furiosa arrojando el libro contra la pared -- ¡Hombres hipócritas, siempre denigrando a la mujer! ¡Malditos sean todos, junto al mismísimo Dios y a su santo Hijo, también! -- blasfemó-- Pero una cosa es cierta, Yo soy la Puerta del Averno y ante mí se postraran contritos los monarcas de las naciones. El poder y el conocimiento del bien y del mal de ahora en más me pertenecen.
Ansiosa se asomó a la ventana de su despacho que daba al jardín. Deslumbrada, contempló la escena.
La novicia rezaba impávida, como narcotizada. Cuando dos de las ramas se movieron con lentitud y le rodearon el cuello, ella permaneció imperturbable. Las espinas se clavaron con avidez en la nívea piel de la joven y poco a poco, extrajeron toda la sangre que el desamparado cuerpo ofrecía generoso.
El cadáver quedó laxo en el césped. Segundos después se evaporizó.
-- Un problema menos -- pensó con el alma aligerada por verse liberada de ocultar los despojos de la novicia.
Corrió al jardín. Buscó ansiosa la flor roja. Allí estaba, resplandeciente en el centro de un ramillete de flores blancas. La arrancó con reverencia.
Regresó a su despacho y calentó agua en un hornillo. Con esmero preparó la infusión con los pétalos rojos. Aspiró su aroma, excelso. Luego lo bebió lentamente. El gusto almibarado de la infusión se impregnó en su boca, embriagando sus sentidos. 
Las monjas seguían durmiendo. Pronto se despertarían para rezar Maitines.
Al instante, se sintió distinta, plena, poderosa.
Una sonrisa comenzó a nacer en sus labios hasta convertirse en una carcajada surgida desde sus entrañas.
Buscó el espejo que llevaba escondido en el bolsillo del hábito. "Otra estúpida prohibición", bufó indignada.
Satisfecha, besó su imagen. "Aún más bella de lo que siempre fui y así seré eternamente. Bella, joven, sagaz. ante mí se arrodillarán reyes, cardenales y hasta el mismísimo Papa. Sólo debo alimentar una vez al año con sangre fresca al Árbol de la Vida. Y eso para mí, será un placer".

miércoles, 24 de mayo de 2017

LAS PUERTAS DEL AVERNO ( PARTE II )

Monasterio de Saaburg


El día que Adela arribó al convento se sintió inmediatamente atraída por un frondoso árbol de oscuro follaje y flores blancas. Reinaba gallardo en el jardín que con esmero cuidaban las monjas. Se detuvo frente a él y observó sorprendida la gran cantidad de espinas que poseían sus ramas. De repente le acometió un mareo. Unas extrañas palabras resonaron en su mente y en su corazón: "Soy tuyo y tú eres mía".
-- ¿Te encuentras bien? -- una monja, asustada por verla trastabillar, acudió en su auxilio.
-- Es la emoción por entregar mi vida al Señor -- mintió alterada y subyugada a la vez por la visión que acabab de experimentar.  
-- ¡Que belleza! -- agregó refiriéndose al misterioso árbol.
-- No te guíes por las apariencias. Este árbol es demoníaco -- respondió la monja santiguándose.
-- ¿Demoníaco? -- preguntó perpleja.
-- Hace algunos años un vampiro asolaba este condado asesinando niños, era tal su voracidad que los dejaba secos como pasas de uva. Un grupo de soldados, soldados de tu padre, le atravesaron el corazón mientras dormía con una estaca de madera. Cuando suponíamos que nos habíamos librado del peligro, de su tumba nació un árbol, brote de la estaca que le dio muerte. Entonces, los aldeanos lo trasplantaron en este santo lugar, donde nuestras oraciones son sus férreas guardianas -- concluyó la monja.
La joven estiró el brazo y posó su mano sobre el tronco rugoso. Se sorprendió.
-- ¿Ha notado lo caliente que es al tacto? Incluso si hace mucho frío o cae nieve. Es como si se tratase de un cuerpo humano, de carne cálida, de vísceras palpitantes -- expresó la monja en un susurro.
Adela quedó pasmada por el relato. En su mente, el rompecabezas que había iniciado su abuela comenzaba a tener sentido. Ello lo completaría.
La declaración de amor que el árbol le obsequió la acompañó hasta el interior del convento y jamás la abandonó. "Soy tuyo y tú eres mía". 
Los años pasaron vertiginosamente. Perspicaz, de ingenio agudo y penetrante, fueron las cualidades que la distinguieron  a Adela y la ayudaron en su escalada por obtener el título de abadesa y con el título, el poder.
Todas las mañanas se paseaba por el jardín, sin importar el frío, el calor, la lluvia o la nieve. Ella siempre acudía al encuentro del árbol.
El árbol la llamaba y ella respondía presurosa. Permanecía parada frente a él como en éxtasis. El árbol le proclamaba su pasión y ella la aceptaba emocionada.
Recordando el consejo de su abuela de ser paciente, esperó el momento adecuado para registrar las catacumbas en busca del documento que celosamente guardaba la orden cisterciense y que ella codiciaba.
Una tórrida noche de verano marcó el momento oportuno. Aprovechó el descanso nocturno de la monja bibliotecaria para internarse en las oscuras y húmedas criptas. Nadie en la congregación debía enterarse de su propósito. La llama titilante de una vela le iluminó pobremente el trayecto.
En el exterior, azotaba una feroz tormenta. Los relámpagos empalidecían el firmamento y el sonido de los truenos poseían la capacidad de despertar a los muertos.
Adela se mantenía serena. Se movía con paso seguro por los sinuosos corredores. De tanto en tanto se detenía para sacudirse las telas de araña, que insolentes se pegaban en su velo. Las ratas, siempre alertas al peligro, se apartaban respetuosas de su camino.
Al toparse con el sector que preservaba los pergaminos más selectos, rió satisfecha.
Sin sobresaltarse por los truenos que aullaban desquiciados, comenzó una metódica búsqueda.
El polvo que se levantaba al remover los papeles, la hacía toser.
Se detuvo de repente. Otra vez aquella voz penetrante, musical, dulce como el almíbar, volvía a llamarla."Adela te necesito, la sed me agobia. Encuentra el códice. Será mi salvación y la fuente de tu más profundo deseo".
Sintió un delicioso cosquilleo en todo el cuerpo. Esa voz la excitaba, la embriagaba.
Sorprendida vio como una fuerza guiaba su mano hasta uno de los estantes superiores. Hurgó con cuidado hasta que dentro de un un cofre de plata repujada halló lo que buscaba: el Códice Calixtinus.
Con suma precaución lo llevó hasta su celda. Allí, más tranquila, comenzó a leer en latín sin dificultad. El texto estaba escrito en caracteres de gran tamaño sobre un fondo coloreado.
Encendió otra vela para ver con mayor claridad.
"Al árbol sediento, propiedad del Leviatán, darás de beber sangre fresca de virgen
que por tronco y ramas deberá correr cual líquido vital.
Entonces en su blancura, una gota de esa exquisita sangre hallarás.
Con ella una infusión prepararás
un excelso brebaje que la juventud eterna te dará 
si lo tomas con asiduidad y una inteligencia suprema que ningún hombre podrá rebatir".
"¡Ay Oma!, esta es la clave de tu secreto. He resuelto el acertijo. Gracias por este inesperado regalo. Joven y sabia por siempre".
Esa noche no durmió, estaba feliz y agitada por el descubrimiento. Ingeniosa, urdió un plan taimado para cristalizar el sortilegio.

martes, 23 de mayo de 2017

LAS PUERTAS DEL AVERNO ( PARTE I )

Saaburg, Alemania. Año 1386.


La niña, con temeraria curiosidad, escucha tras la puerta de la alcoba de sus padre. Sabe que no debe oír las conversaciones de los mayores, pero tal norma le parece arbitraria y despótica. A pesar de sus doce años, ya posee una personalidad fuerte y rebelde.
Aguza el oído, su padre, el Conde, habla exaltado. Su madre está en silencio. "Ella, siempre contrita.¡Que pusilánime es!", piensa con desprecio.
Odia las normas de sumisión y respeto que las mujeres le deben a los hombres. Ella nunca se casará. Será dueña de su propio destino, jamás inclinará la cabeza ante los deseos de los hombres.
La niña escucha decir a su padre:
--Por fin le hemos dado caza. Su infernal ataque ha concluido. Mis leales soldados han dado con su guarida y con extrema valentía le atravesaron el corazón al vampiro con una estaca de madera como impone la tradición.

La expresión "vampiro" la sobresalta. Siente que su corazón se acelera.
--¡Adela!, ¿qué haces? ¿Espiando otra vez? -- su abuela se escandaliza. La toma del brazo y se la lleva a sus aposentos.
-- Oma (abuela), no me empujes -- se queja ofendida.
-- No protestes, siéntate a mi lado y cuéntame que escuchabas con tanto interés -- ambas se acomodan en la amplia cama con dosel.
-- No te lo diré-- se encapricha.
-- Si me lo cuentas, yo compartiré contigo un secreto que me pertenece y que he heredado de mi madre y ella, de su madre -- la mira sonriendo. Sabe que los secretos son la debilidad de su nieta.
Ante semejante promesa Adela no se hace rogar.
-- ¿Te has enterado del vampiro que asolaba la comarca? -- susurra en tono cómplice.
-- Si, ¿acaso lo han cazado? -- la anciana se sobresalta, la esperanza palpita en su corazón.
La niña mueve afirmativamente la cabeza. La abuela suspira aliviada y un brillo enigmático refulge en su mirada.
-- Ahora tu secreto, Oma -- la presiona con urgencia.
-- Lo que te voy a confiar , nadie lo sabe. Mi madre me lo confesó antes de morir. Toda mi vida traté de descifrarlo, pero no tuve éxito. Lo mismo le sucedió a mi madre y antes, a mi abuela. Pero hoy, gracias a tu noticia, comienzo a comprender.
-- ¡Oma!, no hables en acertijos, dime ya el secreto -- le exige contrariada.
-- Adela, debes aprender a ser paciente. La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Y justamente ese árbol esconde la solución al enigma. Ahora lo veo con claridad.
-- No te entiendo -- se enfada.
-- A su debido tiempo lo harás. Lo único que puedo adelantarte es que el convento que se levanta entre las colinas a orillas del lago Leuckbach guarda bajo siete llaves un códice que contiene una fórmula que te hará inmensamente feliz. A ti pequeña, que ansías una vida independiente del poder masculino, te será concedida una enorme gracia.
-- ¡Pero allí sólo pueden entrar las mujeres que desean ser monjas! ¡Y yo no quiero ser monja!
Una sonrisa sagaz ilumina el rostro de la anciana. "Serás monja, tu férrea curiosidad te hará desistir".
-- Recuerda este nombre, "Codex Calixtinus"...recuerda Adela...recuerda...

Una sacudida impertinente la vuelve al presente
-- Despierta Adela -- un vozarrón la despierta de su siesta.
-- ¿Oma? -- la llama aún somnolienta.
-- ¡Que tonterías dices! Oma murió hace seis años -- le corrige extrañado su hermano mayor.
-- ¿Qué quieres? ¿Por qué me importunas? -- le recrimina de mal humor.
-- ¿Recuerdas la cita que tienes con nuestro padre en la biblioteca o ya la has olvidado? Dice que no lo hagas esperar como acostumbras. Te recomiendo que te apures, está que se lo lleva el demonio.
-- Por mí que se lo lleve de una buena vez, me haría un gran favor -- exclama con mordacidad.
Sin embargo, baja corriendo las escaleras de piedra gris y entra jadeando en la biblioteca. Las mejillas arreboladas.
-- ¿Me mandaste llamar?-- pregunta cabizbaja luego de hacer una leve reverencia.
-- Así es. Dentro de un mes te casarás con el hijo del Conde de Luxemburgo. Eso es todo, puedes
retirarte -- ordena tajante.
-- ¿Casarme? ¡Nunca! -- lo enfrenta con energía, ya sin vestigios de sumisión.
-- Entonces irás al convento. No se discute más -- se encoleriza. Esa niña siempre lo saca de sus casillas.
En ese momento Adela recuerda las palabras de su abuela. El Codex Calixtinus. "¿Habrá sido una premonición soñar con ella después de tanto tiempo?".
-- Iré al convento -- y una sonrisa sarcástica se dibuja en su bello rostro.
El Conde la miró ceñudo, da media vuelta y abandona colérico el recinto dejándola sola y esperanzada.

lunes, 8 de mayo de 2017

EL RUEGO DE LAS HADAS

"Según la tradición anglo-sajona, especialmente en los comienzos del puritanismo cristiano, las Hadas eran espíritus traviesos de niños que fallecieron sin recibir el sacramento del Bautismo.
Estos espíritus se transformaron en mariposas blancas que aparecen en las noches de luna. Les encanta jugar entre las ramas de los árboleas y arbustos. Se divierten asustando a los animales de las granjas. Son invisibles a los ojos humanos, pero las almas sencillas y libres de malos pensamientos, especialmente los ninos, pueden verlas y hablar con ellas y , a veces, son invitados a participar de sus juegos..." 

Erin era un niño solitario. Su timidez le impedía relacionarse con los demás niños de su edad y cuando lograba hacerlo, recibía burlas o indiferencia.
A los ocho años su gran pasión era la cetrería. Su padre lo había iniciado en la actividad de cazar con aves rapaces a pesar de la férrea oposición de su madre.
Erin amaba a Rowena, su azor. Entre ellos existía una simbiosis que se traducía en una amistad fiel e incondicional. Rowena era su única amiga, ella siempre lo escuchaba y comprendía.
Todos los días, antes de despuntar el alba luego de robar algunas fresas de la cocina, cabalgaba hasta el galpón donde el ave descansaba. Juntos se internaban en el bosque que rodeaba su casa en busca de alguna presa para el almuerzo.
Las fresas, dulces y jugosas, eran su postre preferido. Cierta vez comió tantas que casi muere por indigestión. Desde ese momento, sus padres siempre lo controlaron. Erin, el goloso.
Además de su azor, al asomarse la luna de verano en el cielo estrellado, Erin solía conversar con las hadas que se introducían en su alcoba a través del gran ventanal que daba a los jardines en los que abundaban flores multicolores de deliciosas fragancias y árboles frutales.
Él las descubrió una noche en la que el llanto y la tristeza le impedían dormir. Amargura por ser rechazado.
Las vio danzar alegremente tomadas de la mano bajo las magnolias. Eran diminutas y sumamente bellas, de delicados rasgos y largos cabellos, algunos dorados y otros del color del fuego. Sus vestidos eran de gasas traslúcidas y exquisitas sedas, confeccionados por las arañas tejedoras.  Coronas de azahares adornaban sus cabezas.
Cuando las hadas notaron su presencia se enfadaron por interferir en su festejo, pero al notar las lágrimas del niño se apiadaron de él. Una de ellas se le acercó con cautela aunque decidida a consolarlo.
_ ¿ Por qué lloras pequeño? _ le preguntó con voz cantarina. Las demás, lentamente, también se fueron aproximando. Todas deseaban enterarse puesto que la gran debilidad de las hadas es la curiosidad.
Erin, lejos de asustarse, se sintió reconfortado.
_ Algo malo he de tener y no sé qué _ respondió consternado.
_ Nosotras no vemos nada raro en ti. Nos pareces un niño adorable, ¿verdad hermanas?
_ Adorable _ gritaron al unísono el corro de hadas.
_ Sin embargo los niños del pueblo se burlan de mí y me niegan su amistad. Sólo tengo una amiga, mi dulce Rowena, una azor que crié y entrené con ayuda de mi padre _ les confió con la mirada perdida en la oscuridad de la noche.
_ Algunos niños son muy crueles, no debes hacerles caso. Ya verás, con el paso del tiempo todo cambiará _ lo consolaron _ Mientras tanto nosotras y tu querida azor seremos tus amigas. Con nuestro amor y el de tus padres bastará. Y ahora ven a bailar con nosotras. La luna nos llama, ¡corramos a su encuentro!
Erin, se secó las lágrimas con la manga de su camisa de dormir y riendo a carcajadas saltó de la ventana. Cayó sobre un colchón de musgo y sin dolor alguno danzó hasta el amanecer junto a las hadas y a algunos duendes, que traviesos se colaron en la fiesta.
Desde entonces, Erin y las hadas fueron inseparables.
Una fría y tormentosa mañana de invierno Erin fue a cazar con su azor. Luego de acariciar su lustroso plumaje oscuro y de susurrarle palabras cariñosas, le colocó la caperuza y la subió al puño enguantado.
Montado en su corcel galopó hasta un claro. Allí liberó a Rowena que emprendió un raudo vuelo en pos de una liebre imprudente y advenediza.
Pasado un tiempo, Erin silbó llamándola. Un instante después apareció Rowena con la víctima apresada en sus garras.
_ Mamá se pondrá feliz, hoy comeremos guiso de liebre. ¡Excelente trabajo Rowe! _ exclamó entusiasmado.
Pero en su camino de regreso se topó con unos jóvenes que lo intimaron.
_ Mira quien esta aquí _ ironizó el líder del grupo deteniendo al caballo _ el hijo del lord y su azor. ¡Dámela! _ le ordenó mordaz.
Inmediatamente Erin de un solo movimiento le quitó la caperuza al azor.
El atacante, ignorante e imprudente, intentó atrapar al ave  que se lanzó sobre él picándole los ojos para después perderse entre las nubes.
Erin observaba sonriendo mientras el joven se retorcía de dolor. Sus compañeros, enfurecidos, tiraron a Erin  del caballo y comenzaron a golpearlo con salvajismo hasta arrancarle la vida. Luego huyeron arrastrando al amigo herido.
El padre encontró el cadáver de Erin en un charco de sangre. Desgarrado, su grito de dolor se escuchó en toda la comarca.
Nadie las vio, pero las hadas concurrieron al velatorio del niño. Y ellas, sólo ellas pudieron ver el alma del niño junto a su madre abrazándola.
_ No llores mamita siempre estaré a tu lado _ le decía con sumo amor.
_ Erin _  lo llamó una de las hadas _ ¿Realmente deseas quedarte siempre junto a tu madre?
_ Sí, junto a ella y a mi padre. Quiero protegerlos ¡siempre! ¿Puedes concederme esa gracia? _ exclamó con ilusión y esperanza.
_ Claro, lo mereces. Tu alma pura y generosa lo merece.
Pasaron días, meses, y cuando la angustia se tornó en un suave gemido de dolor, el padre de Erin volvió a los galpones. Allí encontró a Rowena y su tristeza volvió con la fuerza de un huracán.
_ Hoy seré yo quien te lleve a cazar si me lo permites _ le habló con dulzura, la azor era lo único que le quedaba de su adorado hijito.
Cuando la soltó, la vio volar alto, alto, hasta desaparecer. Esperó recordando los días en que salían de caza con Erin. ¡Cuánto lo disfrutaban!
"¿Dónde estaba Dios cuando esos malditos asesinaron a mi pequeño? Debes aceptar la voluntad de Dios me dicen los monjes. ¡Maldita sea la voluntad de Dios!", reflexionó consternado.
El regreso del azor interrumpió sus negros pensamientos. No traía ninguna presa, sus garras vacías, pero en su pico portaba un racimo de fresas que dejó caer en la mano del hombre. Atónito observó al ave y luego, la fruta preferida de Erin que descansaba en la palma de su mano. Un bálsamo suave y fragante descendió sobre su corazón fatigado. "¡Erin!", gritó y esta vez también su grito se escuchó en toda la comarca.
Escondidas entre el abundante follaje, las hadas reían y danzaban. Una melodía brotó del bosque provocando vientos de esperanza y consuelo:
"Bendita seas dulce Rowena por albergar en tu cuerpo el alma de Erin,
 tu fiel compañero.
 Tañen las campanas de todas las iglesias de Irlanda celebrando
 la entrañable unión del azor con su amo.
 Desde hoy serán uno convirtiérndose en  
 amante guardián de sus queridos padres haste el final de sus días.
Esta noche, Erin, montadas en tu lomo, volaremos entre las estrellas
y cantaremos alabanzas a Morgana, Reina de las Hadas, 
por escuchar nuestro ruego".