martes, 23 de mayo de 2017

LAS PUERTAS DEL AVERNO ( PARTE I )

Saaburg, Alemania. Año 1386.


La niña, con temeraria curiosidad, escucha tras la puerta de la alcoba de sus padre. Sabe que no debe oír las conversaciones de los mayores, pero tal norma le parece arbitraria y despótica. A pesar de sus doce años, ya posee una personalidad fuerte y rebelde.
Aguza el oído, su padre, el Conde, habla exaltado. Su madre está en silencio. "Ella, siempre contrita.¡Que pusilánime es!", piensa con desprecio.
Odia las normas de sumisión y respeto que las mujeres le deben a los hombres. Ella nunca se casará. Será dueña de su propio destino, jamás inclinará la cabeza ante los deseos de los hombres.
La niña escucha decir a su padre:
--Por fin le hemos dado caza. Su infernal ataque ha concluido. Mis leales soldados han dado con su guarida y con extrema valentía le atravesaron el corazón al vampiro con una estaca de madera como impone la tradición.

La expresión "vampiro" la sobresalta. Siente que su corazón se acelera.
--¡Adela!, ¿qué haces? ¿Espiando otra vez? -- su abuela se escandaliza. La toma del brazo y se la lleva a sus aposentos.
-- Oma (abuela), no me empujes -- se queja ofendida.
-- No protestes, siéntate a mi lado y cuéntame que escuchabas con tanto interés -- ambas se acomodan en la amplia cama con dosel.
-- No te lo diré-- se encapricha.
-- Si me lo cuentas, yo compartiré contigo un secreto que me pertenece y que he heredado de mi madre y ella, de su madre -- la mira sonriendo. Sabe que los secretos son la debilidad de su nieta.
Ante semejante promesa Adela no se hace rogar.
-- ¿Te has enterado del vampiro que asolaba la comarca? -- susurra en tono cómplice.
-- Si, ¿acaso lo han cazado? -- la anciana se sobresalta, la esperanza palpita en su corazón.
La niña mueve afirmativamente la cabeza. La abuela suspira aliviada y un brillo enigmático refulge en su mirada.
-- Ahora tu secreto, Oma -- la presiona con urgencia.
-- Lo que te voy a confiar , nadie lo sabe. Mi madre me lo confesó antes de morir. Toda mi vida traté de descifrarlo, pero no tuve éxito. Lo mismo le sucedió a mi madre y antes, a mi abuela. Pero hoy, gracias a tu noticia, comienzo a comprender.
-- ¡Oma!, no hables en acertijos, dime ya el secreto -- le exige contrariada.
-- Adela, debes aprender a ser paciente. La paciencia es un árbol de raíz amarga pero de frutos muy dulces. Y justamente ese árbol esconde la solución al enigma. Ahora lo veo con claridad.
-- No te entiendo -- se enfada.
-- A su debido tiempo lo harás. Lo único que puedo adelantarte es que el convento que se levanta entre las colinas a orillas del lago Leuckbach guarda bajo siete llaves un códice que contiene una fórmula que te hará inmensamente feliz. A ti pequeña, que ansías una vida independiente del poder masculino, te será concedida una enorme gracia.
-- ¡Pero allí sólo pueden entrar las mujeres que desean ser monjas! ¡Y yo no quiero ser monja!
Una sonrisa sagaz ilumina el rostro de la anciana. "Serás monja, tu férrea curiosidad te hará desistir".
-- Recuerda este nombre, "Codex Calixtinus"...recuerda Adela...recuerda...

Una sacudida impertinente la vuelve al presente
-- Despierta Adela -- un vozarrón la despierta de su siesta.
-- ¿Oma? -- la llama aún somnolienta.
-- ¡Que tonterías dices! Oma murió hace seis años -- le corrige extrañado su hermano mayor.
-- ¿Qué quieres? ¿Por qué me importunas? -- le recrimina de mal humor.
-- ¿Recuerdas la cita que tienes con nuestro padre en la biblioteca o ya la has olvidado? Dice que no lo hagas esperar como acostumbras. Te recomiendo que te apures, está que se lo lleva el demonio.
-- Por mí que se lo lleve de una buena vez, me haría un gran favor -- exclama con mordacidad.
Sin embargo, baja corriendo las escaleras de piedra gris y entra jadeando en la biblioteca. Las mejillas arreboladas.
-- ¿Me mandaste llamar?-- pregunta cabizbaja luego de hacer una leve reverencia.
-- Así es. Dentro de un mes te casarás con el hijo del Conde de Luxemburgo. Eso es todo, puedes
retirarte -- ordena tajante.
-- ¿Casarme? ¡Nunca! -- lo enfrenta con energía, ya sin vestigios de sumisión.
-- Entonces irás al convento. No se discute más -- se encoleriza. Esa niña siempre lo saca de sus casillas.
En ese momento Adela recuerda las palabras de su abuela. El Codex Calixtinus. "¿Habrá sido una premonición soñar con ella después de tanto tiempo?".
-- Iré al convento -- y una sonrisa sarcástica se dibuja en su bello rostro.
El Conde la miró ceñudo, da media vuelta y abandona colérico el recinto dejándola sola y esperanzada.

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