sábado, 24 de junio de 2017

ESPINAS

Ovillado bajo la mesa de la cocina escucha con temor la pelea de sus padres. Se agreden, se insultan.
Por momentos se cubre los oídos con sus manitos sucias de chocolate, su miedo es atroz. Quisiera huir, desaparecer de esa escena de horror. Imposible, es muy pequeño e indefenso.
Un vaso se estrella contra la pared. Otro más...y otro. Los trozos de vidrio llegan hasta su escondite.
Un golpe seco sobre la mesa lo sobresalta, bailan las botellas de vino.
Su corazón bombea con celeridad. ¿Dónde escapar?, ¿dónde?
La voz de su padre sueña extraña, está ebrio y cuando esto sucede se violenta, el niño lo sabe muy bien.
Su madre no permanece callada, insulto por insulto. El hombre se exaspera aún más.
El chasquido de una bofetada lo pone en alerta. Se estremece.
¿Cuántas veces tendrá que soportar este drama? Cientos..., ¿quizá eternamente? Cruel destino plagado de espinas que hieren, que fustigan un corazón inocente.
De repente el silencio, un silencio tenso y oscuro se instala entre ellos. Silencio que se quiebra con un portazo que reverbera en toda la casa. La mujer huye consternada.
El pequeño queda olvidado bajo la mesa. "Mamá, ¿por qué no me llevas contigo?. ¿Es que no me quieres? Y ahora solo con papá. Tengo miedo, mucho miedo".
Su padre grita su nombre. Lo busca. El niño tiembla. De repente, el rostro temido lo descubre. De un tirón lo saca de su escondite. El niño se resiste, pero es inútil.
Espera resignado la paliza, sin embargo se asombra al recibir un abrazo cálido y estrecho.
Siente que su cabello se humedece, son lágrimas. ¡Lágrimas de su padre!. Sobrecogido lo escucha decir en voz baja y quebrada:
"Perdón, hijito, perdón".

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